Arcología es un término que fue acuñado por el arquitecto italiano Paolo Soleri. Esta denominación es fruto de la combinación de los vocablos arquitectura y ecología; cuya unión fue pretendida por el arquitecto en varios de sus proyectos de edificación, dando lugar al diseño de fantasías arquitectónicas y estructuras utópicas:
domingo, 30 de octubre de 2016
domingo, 23 de octubre de 2016
Pensar el trauma
LaCapra, D. (2005). Escribir la Historia, escribir el trauma. En LaCapra, D. (2005). Escribir la Historia, escribir el trauma (pp. 27- 64). Ediciones Nueva Visión Buenos Aires.
El texto del que nos ocupamos se corresponde con el primer capítulo del
libro de Dominick LaCapra titulado de igual manera. En este capítulo, LaCapra aborda
cuestiones relativas al interrogante acerca de a qué denominamos verdad
histórica y, asumiendo que la haya y que se puedan hacer reivindicaciones de
verdad, de qué manera éstas han de representarse. El hecho histórico sobre el
que se centra para ejemplificar estas inquietudes es el Holocausto. Teniendo en
cuenta que la historia no es simplemente una sucesión de hechos y que el
historiador se enfrenta inevitablemente la tarea de interpretar, montar y
elaborar estos hechos, inscrito dentro de un contexto cultural e ideológico
determinado, la pregunta que surge es si hay un modo adecuado de representar el
Holocausto que se mantenga ajeno a las influencias del historiador. Esto es, si
hay un modo completamente objetivo de reflexionar y reflejar el pasado.
LaCapra da inicio presentando las dos posturas tradicionales inscritas en
el marco de las cuestiones planteadas. La primera es el positivismo del siglo XIX, que considera que para la labor
histórica, las reivindicaciones de verdad sustentadas en pruebas son
condiciones necesarias y suficientes. La segunda postura es el constructivismo radical. Para este
enfoque, lo importante son los relatos y los factores estéticos y retóricos en
los que se insertan dichas aseveraciones de verdad. El constructivismo, a
diferencia del positivismo, no pretende una separación de historia y literatura
sino que tiende a hermanar historia y ficción.
LaCapra no se identifica con ninguna de estas posiciones. Él se sitúa
entre ambas, pero no en un sentido de equilibrio intermedio, sino defendiendo
que si bien las reivindicaciones de verdad son necesarias, no son suficientes
para la historiografía. Mantiene, además, que las aseveraciones o
reivindicaciones de verdad se pueden aplicar en la historiografía tanto al
nivel de la estructura como al de los acontecimientos. (p.27)
LaCapra acepta como necesarios (aunque no suficientes), elementos del paradigma
positivista como lo son la contextualización, el sistema de notas y las
reivindicaciones de verdad fundamentadas en pruebas; sin embargo, discrepa de
la concepción constructivista, cuyo análisis y crítica conformarán el grueso
del capítulo. LaCapra se centrará especialmente en la figura de Hayden White,
quien defiende el uso de una voz media
gramatical como la mejor forma de discurso para representar y dar cuenta
del Holocausto.
Dentro de esta crítica, LaCapra va a apoyar fundamentalmente dos ideas:
1-
La primera, que ya ha sido nombrada, es que las
reivindicaciones de verdad son necesarias y se pueden aplicar a nivel de
estructura y de acontecimientos.
2-
La segunda será un cuestionamiento de la voz media como forma adecuada de
enfrentar el Holocausto; y una defensa de los recursos retóricos y narrativos
como aquello que da valor al discurso histórico y que, en el caso del Holocausto,
ayuda a sobrellevar y a hacer justicia al trauma.
Comencemos con la primera de las críticas: de acuerdo con LaCapra, los
constructivistas aceptan la distinción entre historia y ficción en el nivel de
la referencia a sucesos pero no en el nivel estructural (p. 33). Para ellos
existe una identidad entre historiografía y ficción. Es decir, consideran a la
historiografía como un relato que sólo devuelve el reflejo del propio
historiador al estar contaminada del contexto e ideología de éste. Tanto para
White como para Frank Ankersmit (otro de los constructivistas mencionados en el
texto), la narración es ficcional y está motivada ideológicamente.
Si esto es así, ello nos conduce a la conclusión de que no podemos hacer
aseveraciones de verdad acerca del discurso historiográfico de ningún
historiador. No obstante, aunque LaCapra acepta y admite que el texto histórico
puede estar influido ideológicamente, niega que esto sea una condición que impida
la exigencia de reivindicaciones de verdad. Es más, las reivindicaciones de
verdad, sostiene, no sólo son necesarias en los dos niveles de la
historiografía, sino que también pueden hacerse reivindicaciones de verdad y
servirse de ellas a la hora de analizar y criticar una obra de arte en su nivel
estructural y de sucesos. Una obra de arte puede, por ejemplo, mostrar un tono
inadecuado en el tratamiento de un suceso o marginar unos aspectos y no otros del
mismo:
"Las reivindicaciones de verdad son pertinentes en las obras de
arte, tanto en el nivel de la estructura general como en el de los procesos de
entramado, pues aportan visiones profundas, sugieren líneas de investigación
para los historiadores y plantean al arte interrogantes legítimos a partir del
conocimiento y la investigación histórica. En suma, la interacción entre
historiografía y arte es más compleja de lo que sugiere una relación de
identidad o una oposición binaria entre ambas." (p. 40)
Es a partir de aquí cuando entramos en la segunda de las críticas con las
que LaCapra desafía al enfoque constructivista, principalmente el de White. LaCapra
sostiene que las narraciones propias de la ficción generan una sensibilidad y
unas emociones ante la experiencia que serían difíciles de conseguir a través
de métodos documentales estrictos (p.38); por lo que rechaza la falta de
empatía que según él supone la voz media
a la hora de representar el Holocausto y hacerse cargo del trauma y del acting out (cuando pasado y presente
están unidos y la víctima no puede, por lo tanto, superar ese pasado que se le
atraganta en el presente).
Para empezar, LaCapra señala que White nunca deja claro exactamente en
qué consiste esa voz media y que le resulta utópico hablar de ella como discurso
adecuado para enfrentar el Holocausto. Es más, detecta una contradicción en el
argumento de White: éste no hace distinciones a nivel de estructura entre
ficción y relato histórico ya que el historiador, según sus influencias, puede
acomodar el relato histórico de acuerdo a cualquiera de los tipos de retórica y
tramas narrativas: tragedia, comedia, épica, genero pastoral… Sin embargo, posteriormente
afirma que " con toda confianza podemos suponer que los hechos en cuestión
imponen límites a los tipos de historias que pueden relatarse con propiedad
." (p.42)
La contradicción estriba en que si las estructuras de trama son proyectivas
y ficcionales, entonces no se puede hablar de límites impuestos por los hechos
ni mucho menos de que haya un modo
adecuado de presentarlos y que ese modo adecuado sea la voz media. Pero incluso
aunque un discurso en voz media tal y como lo plantea White fuese posible,
tampoco LaCapra lo considera el mejor.
LaCapra juzga la voz media como un tipo de estructura que neutraliza, que
homogeneiza los elementos del discurso histórico. Sería un tipo de voz en el
que se produce un tratamiento similar de todos los componentes del relato
histórico y que, por tanto, disolvería a la víctima con el verdugo y al pasado
con el presente.
De lo anterior LaCapra detecta una falta de responsabilidad, o un miedo a
responsabilizarse del Holocausto. Hayden White expone que la manera modernista
adecuada de escribir sobre el Holocausto es la voz media. Sin embargo, lo que
parece haber tras esta defensa de la voz media, a su vez inspirada en el texto
de Roland Barthes Escribir, verbo
intransitivo incluido en El susurro
del lenguaje (1984), es un miedo inconsciente a responsabilizarse ante el
Holocausto, y un miedo a traicionar el trauma.
Elaborar el Holocausto es una
tarea compleja a la que no es fácil enfrentarse; pero sin dicha elaboración, no
existe forma de superar el trauma y el
acting out postraumático. Elaborar
implica distinguir entre pasado y presente, implica poner cada elemento en su
sitio. Articular y dilatar la brecha entre ambos tiempos es absolutamente
necesario porque una víctima atrapada en el acting
out, esto es, una persona que en su presente está acosada y detenida por su
pasado no puede responsabilizarse de ese pasado, no puede hacerle justicia
porque no hay una distancia desde la cual observar los acontecimientos.
Lo que sucede es que, paradójicamente, el superar ese trauma es visto
como una especie de acto de traición a lo que sucedió. Parece que estar en el
trauma es la manera en la que muchos consideran que están siendo fieles a la
memoria de los que sucumbieron y que sobreponerse a dicho trauma implicaría
olvidarles.
Es de este recelo, de este miedo a traicionar la memoria, de donde brota
tanto el rechazo a la elaboración discursiva del pasado, como la idea de que procesar
el trauma pueda ser insultante e irresponsable. Sin embargo, tal visión carece
de la conciencia de que lo irresponsable es precisamente lo contrario, pues,
dice LaCapra: son los procesos de elaboración los que pueden “ contrarrestar la
fuerza del acting out y de la
compulsión a la repetición.” (p.46)
¿Cómo pueden contrarrestar al trauma? Desde luego no mediante un discurso
indiferenciado como el que propone White con la voz media, sino precisamente
mediante el empleo de todas esas figuras retóricas y estructuras de trama que
él condena. Pero, ¿por qué estas figuras son necesarias y legítimas para hablar
del trauma? La respuesta es porque generan empatía:
“La posición que sustento implica una concepción de la historia como algo
que entraña una tensa reconstrucción objetiva (y no objetivista) del pasado y
un intercambio dialógico con él y con otras indagaciones sobre él, en la cual
el conocimiento supone no sólo procesamiento de información sino también
afectos, empatía y cuestiones de valor." (p. 57)
El afecto y la empatía son instrumentos críticos contra la objetificación
y contra el entumecimiento del trauma; y no se puede generar empatía por medio
de un discurso indiferenciado, que neutralice los elementos. Por tanto, figuras
como la hipérbole son reivindicadas por LaCapra como elementos de reflexión. Lo
cual no implica que se las deba usar indiscriminadamente.
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