HOFMANNSTHAL, Hugo von. (1982). Carta de Lord Chandos. Prólogo de
Claudio Magris. Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de
Madrid. Colección de Arquilectura.
Carta de Lord Chandos, que originalmente apareció bajo el título de
Ein Brief (Una Carta) en el periódico
berlinés Der Tag en 1902 (p. 24), es
un relato breve en forma epistolar en el que Philipp, un noble inglés, se
dirige a Francis Bacon excusándose ante este por su renuncia a la escritura,
sobre por qué ya no es capaz de escribir más: “Mi caso es, en breve, este: he
perdido por completo la capacidad de pensar o hablar coherentemente sobre
cualquier cosa.” (p. 30) ¿De dónde procede este entumecimiento espiritual (p.25) del que se encuentra preso Lord
Chandos?
En un primer momento comienza
expresando cuales fueron de cara a la literatura sus proyectos de juventud:
empresas de gran magnitud erudita en torno a temas de la Antigüedad, en cuya
sabiduría y energía secreta pretendía imbuirse. Ello nos hace suponer que lo
que achaca a este noble es quizá un decaimiento de aquel entusiasmo juvenil al
verse sobrepasado por propósitos demasiado ambiciosos para una sola mente; pero
veremos, como él mismo aclara, que no es ese el problema. La causa de tal
dolencia es “que el lenguaje en el que quizás me fuera dado, no sólo escribir,
sino incluso pensar, no es el latín, ni el inglés, ni el italiano o español,
sino un lenguaje del que no conozco una sola palabra, un lenguaje en el que me
hablan las cosas mudas y en el que, quizás, una vez en la tumba me justificaré
ante un juez desconocido.” (p. 38)
Para Lord Chandos las cosas del
mundo se han desplegado ante él como un grutesco
cuyos motivos observara con lupa, de tal modo que ya no posee una perspectiva
general; su espíritu lo penetra todo y es incapaz, por tanto, de abarcar la
totalidad de las cosas así como las sensaciones de una experiencia en un
concepto sin caer en la superficialidad. No es que de repente todo se halle en
sí falto de contenido pues, como dice Claudio Magris, “la pluma del escritor no
queda detenida frente a una opaca falta de significado sino, por el contrario,
queda superada por la emergente e ininterrumpida epifanía que lo asalta desde
todas partes.” (p. 11) La pérdida de significado del mundo que padece Lord
Chandos, no es la de una desilusión hacia la vida, su ausencia de sentido
proviene del hecho de que súbitamente todas y cada una de las cosas adquieren demasiado significado. Lo que aflige a
Philipp es algo a caballo entre el júbilo y la angustia; su alma se ha tornado
tan hipersensible a cualquier objeto, animal, cosa o acontecimiento, por
cotidiano que éste sea, que queda sometido a una emoción que lo satura
inhabilitándole, dejándole impedido para el ejercicio de la escritura porque
aquello cuanto siente es inefable, no se deja traducir por nuestro lenguaje. Su
alma participa de todas las cosas, se ha disuelto la unidad del cosmos porque
él mismo se ha vuelto unidad con cada
uno de los fenómenos de la naturaleza, en especial, con aquellos que nos
resultan menos nobles, menos sublimes.
Se vuelve uno con ellos hasta el
punto de creer que pueda tocarlos; pero en cuanto se anima a la tentativa estos
se le escurren como humo. No es casual, pues, la alusión subrepticia que hace
al castigo al que es condenado Tántalo en el Hades cuando, queriendo ofrecer a
su receptor una metáfora lo más próxima posible a una definición de lo que les
sucede, dice: “¿Cómo puedo representaros esos extraños tormentos espirituales,
ese alzarse los ramos de fruta arriba de mis manos tendidas, ese retroceder el
agua rumorosa lejos de mis labios sedientos?” (p. 29) Esta metáfora no es sólo
oportuna por el hecho de que hace referencia a lo inefable sino que es la mejor
descripción de lo que supone una crisis del alma. Toda crisis del espíritu es
un castigo del Tártaro porque toda crisis espiritual nos atrapa en un tiempo
circular, en un bucle infinito que ni crece ni decrece, en un dolor
intermitente desprovisto de respiraderos. Así, si bien pudiera parecer
superflua la primera parte del texto, en la que nos habla de sus planes, de
todo cuanto pensaba escribir cuando era joven, terminamos por darnos cuenta de
que ello tenía una razón de ser. La circularidad hadal lo ha remitido a estos
proyectos que le hacen esbozar una sonrisa amarga: él quiso una vez, hace
tiempo, referirse en ellos a la esencia de las cosas y ahora ya no puede, precisamente,
por haberla hallado. “En este instante (concluye Lord Chandos) yo he sentido,
con una certeza no exenta de una impresión dolorosa, que tampoco en los
próximos años, ni en los siguientes, ni en todos los años de mi vida escribiré
libro alguno.” (p.37)
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