miércoles, 17 de enero de 2018

1º Premio Ripley. ¿Sexismo y discriminación positiva?

     



El 15 de mayo de 2017 se dio a conocer el fallo de la primera convocatoria del Premio Ripley, en el cual mi relato "El ojo herido" quedó como uno de los diez finalistas (hubo un primer y un segundo premio, más diez relatos finalistas). Más tarde salió a la venta, en septiembre del mismo año y bajo el sello de Triskel ediciones, el tomo recopilatorio de la antología, prologado por la escritora Elia Barceló (uno de cuyos libros pretendo reseñar en breve).





Aunque quizá debiera de haber escrito en el blog algo al respecto en su momento, el hecho de ser una de las finalistas hizo que me pareciese inadecuado; sin embargo existen ciertos aspectos que trascienden al concurso y a la antología de los que creo que es necesario hablar, y más como una de las implicadas.

El Premio Ripley fue un concurso organizado por Triskel ediciones y por Portal del Escritor, enfocado en el género de ciencia ficción y terror, con la particularidad de que estaba restringido a la participación femenina. Esto le supuso ciertas críticas e incluso ser tachado de sexista. También, debido a esta característica del concurso, algunas mujeres se sintieron ofendidas por lo que pudiera ser una mala aplicación de "discriminación positiva" que, he de reconocerlo, nos resulta insultante a muchas mujeres, entre las que me incluyo.

Creo que es importante aclarar, si es que no se ha hecho ya suficientemente (yo creo que, tal y como están las cosas, aún no es suficiente), por qué dicho concurso no es sexista y por qué no está aplicando discriminación positiva o, si lo está haciendo, es una buena aplicación en este caso.

El concurso no es sexista del mismo modo que un concurso restringido al ámbito nacional no es nacionalista. El concurso sería sexista si su restricción a la participación femenina se debiera a prejuicios que juegan en contra de los hombres, considerando, por ejemplo, que el género de ciencia ficción o de terror no es algo que a ellos les corresponda hacer o que carecen de las facultades para ello, etc. Todo lo contrario. No se está adoptando ni apoyando en absoluto una postura semejante. Sencillamente se trata de visibilizar que esos juicios sí que se han hecho sobre las mujeres, perjudicándolas como escritoras y causando su poca visibilidad en el mercado editorial de esos géneros.

En segundo lugar, si es que en este concurso hay discriminación positiva, ésta no sería insultante. Una discriminación positiva que pudiese ser considerada insultante sería, por ejemplo, que habiéndose presentado a un concurso el relato de una mujer y el de un hombre, y siendo el relato de la mujer muy bueno y el del hombre excelente o sobresaliente, le dieran el premio a la mujer por el hecho de ser mujer y porque resulta que en ninguna convocatoria de dicho concurso gana jamás una chica (y eso es inaceptable en los tiempos que corren y da mala imagen). De hecho, considerar que este concurso aplica la discriminación positiva, o al menos una discriminación positiva mal aplicada, es poner en cuestión nuestras facultades intelectuales; es asumir que las mujeres no tenemos la capacidad para enfrentarnos en igualdad de condiciones en un concurso mixto y, por tanto, ha sido necesaria la organización de un concurso semejante porque, de lo contrario, no hubiésemos tenido visibilidad u oportunidades; y esto no es así. El concurso no trata de darnos una oportunidad de visibilidad porque defienda que, si no, no podríamos competir junto al sexo masculino. Lo que pretende el concurso es denunciar una situación en la que, siendo hombres y mujeres iguales intelectualmente, a las mujeres se nos han puesto históricamente trabas y seguimos teniendo muchas veces problemas en el mercado editorial, principalmente en este tipo de géneros. 

Esta idea de discriminación positiva que ha pesado sobre el concurso ha hecho que secretamente algunas personas no consideren meritorio el hecho de que las autoras de esta antología hayamos ganado o quedado finalistas. Pero si asumimos que, como se ha dicho antes, hombres y mujeres poseen iguales capacidades intelectuales, dicha consideración desaparece. Tiene tanto mérito ganar en un concurso mixto como en uno delimitado a un solo sexo. Lo mismo da ganar contra mil mujeres que contra quinientos hombres y quinientas mujeres. 


Dejando esto a un lado, una cosa que me ha hecho mucha gracia por parte de algunos reseñistas a la hora de disculpar el concurso (el hecho de que quieran "disculparlo" ya es en sí gracioso), es el de decir cosas del tipo: "pese al sesgo feminista del concurso, el tono de los relatos no es feminista". 

Bueno, puedo aceptar que a lo que se refieren (supongo que se refieren a eso) es a que las concursantes no hemos tratado temas de reivindicación femenina ni hemos caído en el victimismo. Pero aunque de hecho hubiese sido el caso, no encuentro razones para "disculpar" al concurso. El concurso es claramente feminista en cuanto a que denuncia una situación de injusticia frente a las mujeres (y eso creo que es algo loable y no susceptible de ser disculpado); y el solo hecho de haber aceptado participar en él con nuestros relatos, ya los hace feministas aunque no traten abiertamente denuncias feministas. Son feministas porque su presencia y participación en el concurso contribuye a apoyar la denuncia que el concurso abandera y, en este sentido, son en sí mismos una denuncia feminista. 

Plantear cuestiones semejantes a "si el feminismo defiende la igualdad, ¿por qué este concurso impide la participación a hombres?" es una tontería. ¿Por qué un concurso que quiere denunciar los problemas editoriales de las escritoras de estos géneros literarios (un concurso feminista) limita su participación a las mujeres? Pues muy sencillo: porque si no, no habría denuncia ni se destacaría dicha denuncia. Tan simple como eso. Tan simple como que, aún a día de hoy y por desgracia, ser consecuente con la lucha por la igualdad implica dar y favorecer espacios para que las mujeres puedan hablar y aprender a hablar en los mismos términos que nuestros compañeros de profesión. Y digo aprender a hablar no porque no sepamos hablar o no seamos capaces de hablar, sino porque aún pesan sobre nosotras lastres de una educación en la que se establecen diferencias entre modos masculinos y femeninos de expresarse o estar en el mundo. A mí misma, como mujer, los debates de género o de sexo (como muchos prefieren denominarlos), me siguen generando dudas sobre mi identidad como mujer y sobre lo que significa serlo. Del mismo modo, todas las polémicas en torno a este concurso me hicieron cuestionarme la validez de mis capacidades como escritora (o más bien de la escritora que quiero un día llegar a ser), y la legitimidad y el mérito literario de mi relato; y no sé si el resto de autoras pueden haber sentido lo mismo pero estoy segura de que cuando se dan situaciones similares en otros entornos, muchas mujeres se lo plantean pese a que hay cosas que están más allá de toda duda.


Pudiera estar equivocada en algunas cosas de las que he dicho en esta entrada de blog; se puede debatir sobre los orígenes y la definición de ciertos conceptos como el de "discriminación positiva" o el origen del feminismo o los tipos de feminismo que hay o de si hay feminismo radical o no. Pudiera hacerse y no cambiaría la defensa que hago aquí, porque es un hecho que la mujer sigue sufriendo desigualdad y porque, si hay problemas con los conceptos, ello no es lo esencial del asunto; los conceptos no son inamovibles sino fluctuantes e históricos, y lo que sobre todo me importa es que se avance hacia una situación en la que, si hay discriminación positiva, ésta no sea por necesidad.

No he dicho nada aquí sobre la antología y los relatos y aunque creo que no me corresponde como autora, al menos dedicaré unas palabras. Considero (¿qué voy a decir, siendo autora? pensarán algunos) que sin ser nuestros relatos la mejor literatura que pueda caer en manos del lector, son sin embargo muy buenos relatos (al menos los de las demás autoras); relatos más que dignos de ser leídos y disfrutados. Y a ello se une un gran prólogo y una bella edición. ¿Qué más puede pedir un amante de los libros y de la literatura y, sobre todo, un amante exigente?





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