jueves, 4 de diciembre de 2014

Los cuentos fantásticos de Ludwig Tieck

 

TIECK, Ludwig. (2009). Cuentos fantásticos. Prólogo de Hermann Hesse. Madrid: Nórdica libros.


      Ludwig Tieck es un autor que me era desconocido (hasta la sabia recomendación de un gentil hombre) y que, por lo visto, el permanecer ignorado suele ser un lugar común dentro del panorama español de acuerdo a Isabel Hernández, la traductora del presente volumen. Algo que le resulta curioso ya que Tieck es y fue uno de los principales representantes del movimiento romántico alemán y un gran hispanófilo  (realizó una traducción del Don Quijote al alemán) que se preocupó de la introducción de la cultura española en el ámbito germánico (p. 123). Ludwig Tieck fue una de esas almas, uno de esos temperamentos que, en palabras de Hermann Hesse, "parecen haber nacido bajo una estrella dudosa e híbrida, y de los que uno sólo se atreve a decir si son afortunados o desgraciados, si tienen más o menos aptitudes, si son más activos o más pasivos, pues aúnan en sí ambas cosas y no viven en ese centro tranquilo y sereno que se halla entre ambos extremos, sino que la curva de su destino se balancea ya hacia este, ya hacia aquel lado." (p. 9) Amigo de Wackenroder, los hermanos Schlegel y Novalis, admirador de Goethe, Shakespeare y Cervantes, autor de obras como William Lovell y renovador de cuentos populares europeos como El gato con botas y Caperucita Roja (estos dos también recogidos con anterioridad por Perrault), Tieck “configuró una forma narrativa que supuso un giro decidido para la prosa romántica: la Novelle, la novela corta de estructura dramática” (p. 132), un tipo de novela que “permite al autor introducirse en la psique y el alma de los personajes y mostrar sus lados más oscuros y más sublimes.” (p.133)
      En este libro, están reunidos tres de sus relatos más destacados: Eckbert el rubio, El monte de las runas y Los elfos. Estos tres relatos, cuya estructura bebe del cuento tradicional, presentan, somo se ha dicho, la novedad de la primacía que se le da al desarrollo interior de los personajes. Se podría afirmar, de hecho, que los acontecimientos y circunstancias que rodean a los protagonistas no son sino una excusa para forzar en ellos una serie de estados anímicos de carácter fatalista. Tieck juega con emociones arquetípicas, emociones que con independencia de condiciones epocales, sociales o ideológicas, sobrevuelan al ser humano cualquiera que sea el tiempo o el lugar en el que esté inscrito. Esta característica favorece, pues, lecturas contemporáneas e incluso personales de los mismos y no una interpretación necesariamente ligada al contexto del autor.
    Muy diferentes entre sí, podemos decir que los tres relatos de este volumen manifiestan, sin embargo, elementos que los comunican. Los tres tratan del encuentro de lo cotidiano y lo insólito y de las nefastas consecuencias de dicho encuentro al transgredir los protagonistas del relato unas normas. Y es que atreverse a vivir supone a menudo contravenir reglas y, con ello, herir a los seres amados. La cuestión siempre es si uno es luego capaz o no de asumir las responsabilidades de lo que ha hecho. En el caso de los protagonistas de estos relatos, sobre todo respecto a Bertha en Eckbert el rubio, la valentía que muestran en un momento dado se agota en el gesto mismo de la transgresión para después vivir desdichadamente bajo el peso de un remordimiento de conciencia que los marchita.
      ¿De dónde procede el deseo transgresión? Como cuentos propios de la tradición escapista, el deseo de transgresión surge de una ensoñación generada a raíz de una realidad de la que uno se quiere evadir. Una realidad que asfixia no tanto en sí porque sea objetivamente injusta o cruel sino por el simple hecho de ser cotidiana. En los dos primeros relatos (Eckbert el rubio y El monte de las runas), esta angustia se debe, además, a la incapacidad de los protagonistas de normalizarse, de mimetizarse dentro de esa cotidianidad. Ello los conduce a rechazarla. Sienten, pues, que su camino es otro. De este modo, se produce la primera infracción: una huida de la norma, un viaje (¿interior?) que siempre tiene la finalidad: la búsqueda de algo que les desvele el sentido de su vida. Ese algo es el cruce con lo fantástico. Pero lo extraordinario también establece sus normas y, en tanto que las establece, acaba por volverse ordinario y susceptible de que uno desee transgredirlo también. Curiosamente, la desobediencia a lo estipulado con lo fantástico, suele venir del anhelo del protagonista de regresar a su existencia anterior pues, en el fondo, lo que siempre han añorado estos era integrarse en el medio que les dio a luz. Un medio que siempre encuentran cambiado a su vuelta pero en el que aún así intentan rehacer su vida creyendo erróneamente que el practicar la normalidad tras traicionar a lo sobrenatural hará que éste se disipe como si hubiese sido un sueño.

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