domingo, 15 de enero de 2017

La Eva futura



VILLIERS DE L´ISLE ADAM, Auguste . (1998). La Eva futura. Madrid: Valdemar.

     Son pocas las obras literarias que me disgustan, pero también son pocas las que a lo largo de mi vida la han marcado de forma especial. En esta ocasión, aporto la reseña de la que sin lugar a dudas es una de mis novelas favoritas: La Eva futura, de Villiers de L´isle Adam.

     Sobre este autor, uno de los genios literarios más fascinantes que he tenido la suerte de leer,  no hay palabras más certeras y que puedan sintetizar tanto lo que fue su vida, como las líneas de León Bloy citadas en el prólogo:


“Mi amigo, el conde Villiers, que posee uno de los apellidos más ilustres Europa, una de las inteligencias más luminosas de poeta que se hayan visto en este siglo, es monitor en un salón de boxeo inglés y recibe, con un sueldo de 60 francos al mes, cerca de dos docenas de puñetazos en la cara cada semana.” (p. 9)

     Villiers tuvo una vida plagada de miseria. Varios capítulos de la presente obra, de hecho, tal y como también se nos informa en dicho prólogo, fueron escritos, a falta de tinta, papel y un escritorio, sobre papel de periódico y en el suelo. Parece ser que Villiers la consideró su obra maestra, y yo apostillaría que no es de extrañar; pero no me demoraré más en introducir los aspectos de la obra:

     La trama de La Eva futura  gira en torno a Lord Ewald, un joven noble inglés que visita Menlo Park, donde reside su amigo y protegido, el inventor Thomas Edison. Una vez en compañía de éste, le comenta que el motivo de su visita es despedirse de él puesto que piensa cometer suicidio. Las razones son que se ha enamorado locamente de una actriz (miss Alicia Clary), residiendo el problema en el hecho de que la joven lo atrae tanto como le repele, ya que se trata de una señorita cuya belleza (comparable a la de la Venus Victrix dicen en la novela) va paralela a su estupidez. Pese a este factor, el joven se siente incapaz de apartarse de ella y no ve otro camino que el de quitarse la vida. Más Edison, tras escuchar su historia, lo insta a no precipitarse y le presenta su último invento: Hadaly  (la autómata más prodigiosa jamás fabricada y dotada de todas las cualidades deseadas por un hombre culto y sensible en una mujer de la época) y le propone la opción de darle a ésta la apariencia de miss Alicia y que así abandone a la auténtica. Por supuesto, Lord Ewald no se mostrará convencido desde el principio.

     Este es el planteamiento inicial de una novela en la que Villiers aprovecha para introducir varias cuestiones de carácter filosófico a través del personaje de Edison. Puesto que la vida de su protector está en juego, el inventor ha de esforzarse por menguar sus reticencias ante la propuesta. Su estrategia, como no podía ser de otro modo, será invertir las valoraciones de Lord Ewald ante temas como son la pregunta por la identidad, qué significa ser humano o máquina, o que determina la autenticidad o inautenticidad de un ser o un objeto, entre otros. Si bien Ewald está sorprendido gratamente por los atributos físicos y sobre todo mentales de Hadaly, su conocimiento de que es una máquina lo hace inevitablemente titubear a la hora de aceptar. Edison le interrogará entonces acerca de por qué dicho conocimiento le hace considerarla menos real, menos mujer que miss Alicia. 

     En un mundo en el que el desarrollo técnico ha avanzado considerablemente y en el que viene siendo un lugar común la opinión de que las corporaciones mediáticas construyen una visión no solo sesgada sino muy selectiva y, sobre todo, muy construida y estereotipada de la realidad y de lo que debe ser un hombre o una mujer, las cuestiones que plantea la novela no podrían estar más de actualidad. Principalmente, porque Edison aporta una perspectiva que discutiría esa opinión común que quizá es tan estereotipada como lo que combate. ¿Por qué una máquina hecha a imagen y semejanza de nuestros arquetipos de perfección física y mental representaría una ficción? Edison, en aras de convencer a su protector, le narra el episodio sufrido por un amigo cercano a manos de una bella prostituta. El incidente es relevante porque el atractivo físico con el que la prostituta sedujo al susodicho era un fraude a base de maquillaje, postizos, etc… Con esta anécdota Edison está tratando de que Ewald se replantee sus ideas sobre lo real y lo irreal, sobre lo natural y lo manipulado. Hadaly no es en el fondo ni más artificial ni menos natural que esa prostituta. Nuestros cuerpos son medio y soporte de una imagen socialmente construida; de hecho, no es posible disociar ambas dimensiones, esto es, cuerpo y contexto; Hadaly no es diferente en ese sentido, y por tanto es injusto rechazarla solo debido a su carne metálica; una carne que no se distinguirá de la de cualquier persona si finalmente el joven toma la resolución de tomarla como compañera.

     A lo largo de la novela Hadaly dará muestras de gran sensibilidad e inteligencia, así como de ser una excelente conversadora. Probará además tener unos modales intachables que lejos de resultar artificiales y fríos, poseerán una gran calidez. Ello, junto a los empujones argumentativos de Edison, irá provocando que el joven olvide su condición mecánica.

     La Eva futura es un texto en general desconocido, a lo que contribuye el hecho de que la edición que se presenta (así como otras ediciones en español de la misma) se halle desafortunadamente descatalogada (tan solo en tiempos recientes he visto ediciones antiguas que se venden en portales de intercambio y venta de libros por parte de particulares). Esto hace difícil que a día de hoy un público extenso pueda disfrutar de una obra que, en mi opinión (siempre humilde), es muy superior al Frankestein de Shelley o al famoso relato de Hoffman EL hombre de arena. La Eva futura vendría a sintetizar, a recoger en una prosa bellísima y en una historia extraordinaria, toda la tradición de la que derivan las obras mencionadas y creando, a su vez, un imaginario innovador que fragua (y esto es a título personal) en obras como Metrópolis, de Fritz Lang, que contiene muchos elementos que recuerdan a la novela de Villiers (si bien Metrópolis invierte la idea de este autor, pues en este caso, a la máquina se le da la apariencia de la protagonista para pervertir al mundo, para hacer el mal).

     Por último, una de las cosas que no quiero dejar de mencionar sobre la novela, es en lo relativo al personaje de Edison (evidentemente inspirado en el personaje real). Hay razones claras para que Villiers decidiera escoger a este personaje (contemporáneo suyo) y realizara una reconstrucción literaria y muy libre del mismo. Como el propio autor advierte al lector en una nota sobre la novela, Edison, a raíz de sus numerosos inventos, ya era conocido con sobrenombres como El Mago del Siglo o El Brujo de Menlo Park (este último es frecuentemente referido en la novela). Sobrenombres que evidencian que se había creado en torno a él, tanto en Estados Unidos como en Europa, un imaginario colectivo que asociaba sus increíbles inventos a una idea de magia (por llamarlo de algún modo). Tal imaginario ya lo convertía, de algún modo, en un personaje literario, fantástico; y dice así Villiers:

“Todos saben hoy que un inventor americano, muy ilustre, el señor Edison, viene descubriendo desde hace unos quince años, una cantidad enorme de cosas tan extrañas como ingeniosas; […]. En América y en Europa ha nacido una leyenda en la imaginación popular alrededor de este gran ciudadano de los Estados Unidos, […]. El entusiasmo-totalmente natural-en su país y fuera de él, le ha conferido especie de cualidad misteriosa, o algo muy parecido, en muchos espíritus.
Desde entonces, el «Personaje» de esta leyenda –incluso  el hombre real que ha sabido inspirarla-,  ¿no pertenece a la literatura fantástica? En otros términos, que si el doctor Johannes Faust hubiera sido contemporáneo de Goethe y hubiera dado lugar a su simbólica leyenda, ¿no habría sido el Fausto, a pesar de todo, legítimo? Por tanto, el «Edison» de la presente obra, su carácter, su vivienda, su lenguaje y sus teorías son –y debían ser- al menos algo diferentes de la realidad.
Queda así establecido que interpreto una leyenda moderna de la mejor manera posible para la obra de arte metafísica cuya idea he concebido; en una palabra, el héroe de este libro es, ante todo, el «Mago de Menlo Park», etc, y no el ingeniero señor Edison, nuestro contemporáneo.” (p. 13)
     Finalmente, y a modo de reflexión personal sin trascendencia, no deja de resultarme curioso que el personaje real escogido por Villiers para ser el creador de una de las inteligencias artificiales más dotadas, fundara una fábrica de inventos en Menlo Park; el mismo emplazamiento en el que en un garaje Larry Page (hijo de Carl Victor Page, considerado uno de los pioneros de la inteligencia artificial) inició, junto a Serguéy Brin, el proyecto de Google.