VILLIERS DE L´ISLE ADAM, Auguste . (1998). La Eva futura. Madrid: Valdemar.
Son pocas las obras literarias que
me disgustan, pero también son pocas las que a lo largo de mi vida la han
marcado de forma especial. En esta ocasión, aporto la reseña de la que sin lugar
a dudas es una de mis novelas favoritas: La
Eva futura, de Villiers de L´isle Adam.
Sobre este autor, uno de los genios
literarios más fascinantes que he tenido la suerte de leer, no hay palabras más certeras y que puedan
sintetizar tanto lo que fue su vida, como las líneas de León Bloy citadas en el
prólogo:
“Mi amigo, el conde Villiers, que
posee uno de los apellidos más ilustres Europa, una de las inteligencias más
luminosas de poeta que se hayan visto en este siglo, es monitor en un salón de boxeo inglés y recibe, con un sueldo de 60
francos al mes, cerca de dos docenas de puñetazos en la cara cada semana.” (p. 9)
Villiers tuvo una vida plagada de
miseria. Varios capítulos de la presente obra, de hecho, tal y como también se
nos informa en dicho prólogo, fueron escritos, a falta de tinta, papel y un
escritorio, sobre papel de periódico y en el suelo. Parece ser que Villiers la
consideró su obra maestra, y yo apostillaría que no es de extrañar; pero no me
demoraré más en introducir los aspectos de la obra:
La trama de La Eva futura gira en torno
a Lord Ewald, un joven noble inglés que visita Menlo Park, donde reside su
amigo y protegido, el inventor Thomas Edison. Una vez en compañía de éste, le
comenta que el motivo de su visita es despedirse de él puesto que piensa
cometer suicidio. Las razones son que se ha enamorado locamente de una actriz
(miss Alicia Clary), residiendo el problema en el hecho de que la joven lo
atrae tanto como le repele, ya que se trata de una señorita cuya belleza
(comparable a la de la Venus Victrix dicen en la novela) va paralela a su
estupidez. Pese a este factor, el joven se siente incapaz de apartarse de ella
y no ve otro camino que el de quitarse la vida. Más Edison, tras escuchar su
historia, lo insta a no precipitarse y le presenta su último invento:
Hadaly (la autómata más prodigiosa jamás
fabricada y dotada de todas las cualidades deseadas por un hombre culto y sensible
en una mujer de la época) y le propone la opción de darle a ésta la apariencia
de miss Alicia y que así abandone a la auténtica. Por supuesto, Lord Ewald no
se mostrará convencido desde el principio.
Este es el planteamiento inicial de
una novela en la que Villiers aprovecha para introducir varias cuestiones de
carácter filosófico a través del personaje de Edison. Puesto que la vida de su
protector está en juego, el inventor ha de esforzarse por menguar sus reticencias
ante la propuesta. Su estrategia, como no podía ser de otro modo, será invertir
las valoraciones de Lord Ewald ante temas como son la pregunta por la
identidad, qué significa ser humano o máquina, o que determina la autenticidad
o inautenticidad de un ser o un objeto, entre otros. Si bien Ewald está
sorprendido gratamente por los atributos físicos y sobre todo mentales de
Hadaly, su conocimiento de que es una máquina lo hace inevitablemente titubear
a la hora de aceptar. Edison le interrogará entonces acerca de por qué dicho
conocimiento le hace considerarla menos real, menos mujer que miss Alicia.
En un mundo en el que el desarrollo
técnico ha avanzado considerablemente y en el que viene siendo un lugar común la
opinión de que las corporaciones mediáticas construyen una visión no solo
sesgada sino muy selectiva y, sobre todo, muy construida y estereotipada de la
realidad y de lo que debe ser un hombre o una mujer, las cuestiones que plantea
la novela no podrían estar más de actualidad. Principalmente, porque Edison
aporta una perspectiva que discutiría esa opinión común que quizá es tan
estereotipada como lo que combate. ¿Por qué una máquina hecha a imagen y
semejanza de nuestros arquetipos de perfección física y mental representaría
una ficción? Edison, en aras de convencer a su protector, le narra el episodio
sufrido por un amigo cercano a manos de una bella prostituta. El incidente es
relevante porque el atractivo físico con el que la prostituta sedujo al
susodicho era un fraude a base de maquillaje, postizos, etc… Con esta anécdota
Edison está tratando de que Ewald se replantee sus ideas sobre lo real y lo
irreal, sobre lo natural y lo manipulado. Hadaly no es en el fondo ni más
artificial ni menos natural que esa prostituta. Nuestros cuerpos son medio y
soporte de una imagen socialmente construida; de hecho, no es posible disociar
ambas dimensiones, esto es, cuerpo y contexto; Hadaly no es diferente en ese
sentido, y por tanto es injusto rechazarla solo debido a su carne metálica; una
carne que no se distinguirá de la de cualquier persona si finalmente el joven toma
la resolución de tomarla como compañera.
A lo largo de la novela Hadaly dará
muestras de gran sensibilidad e inteligencia, así como de ser una excelente
conversadora. Probará además tener unos modales intachables que lejos de resultar
artificiales y fríos, poseerán una gran calidez. Ello, junto a los empujones
argumentativos de Edison, irá provocando que el joven olvide su condición
mecánica.
La
Eva futura es un texto en general desconocido, a lo que contribuye el hecho
de que la edición que se presenta (así como otras ediciones en español de la
misma) se halle desafortunadamente descatalogada (tan solo en tiempos recientes
he visto ediciones antiguas que se venden en portales de intercambio y venta de
libros por parte de particulares). Esto hace difícil que a día de hoy un
público extenso pueda disfrutar de una obra que, en mi opinión (siempre
humilde), es muy superior al Frankestein
de Shelley o al famoso relato de Hoffman EL
hombre de arena. La Eva futura
vendría a sintetizar, a recoger en una prosa bellísima y en una historia
extraordinaria, toda la tradición de la que derivan las obras mencionadas y
creando, a su vez, un imaginario innovador que fragua (y esto es a título
personal) en obras como Metrópolis,
de Fritz Lang, que contiene muchos elementos que recuerdan a la novela de
Villiers (si bien Metrópolis invierte
la idea de este autor, pues en este caso, a la máquina se le da la apariencia
de la protagonista para pervertir al mundo, para hacer el mal).
Por último, una de las cosas que no
quiero dejar de mencionar sobre la novela, es en lo relativo al personaje de
Edison (evidentemente inspirado en el personaje real). Hay razones claras para
que Villiers decidiera escoger a este personaje (contemporáneo suyo) y
realizara una reconstrucción literaria y muy libre del mismo. Como el propio
autor advierte al lector en una nota sobre la novela, Edison, a raíz de sus
numerosos inventos, ya era conocido con sobrenombres como El Mago del Siglo o El Brujo
de Menlo Park (este último es frecuentemente referido en la novela).
Sobrenombres que evidencian que se había creado en torno a él, tanto en Estados
Unidos como en Europa, un imaginario colectivo que asociaba sus increíbles
inventos a una idea de magia (por llamarlo de algún modo). Tal imaginario ya lo
convertía, de algún modo, en un personaje literario, fantástico; y dice así
Villiers:
“Todos saben hoy que un inventor americano, muy
ilustre, el señor Edison, viene descubriendo desde hace unos quince años, una
cantidad enorme de cosas tan extrañas como ingeniosas; […]. En América y en
Europa ha nacido una leyenda en la imaginación popular alrededor de este gran
ciudadano de los Estados Unidos, […]. El entusiasmo-totalmente natural-en su
país y fuera de él, le ha conferido especie de cualidad misteriosa, o algo muy parecido, en muchos espíritus.
Desde entonces, el «Personaje»
de esta leyenda –incluso el hombre real
que ha sabido inspirarla-, ¿no pertenece
a la literatura fantástica? En otros términos, que si el doctor Johannes Faust
hubiera sido contemporáneo de Goethe y hubiera dado lugar a su simbólica
leyenda, ¿no habría sido el Fausto, a
pesar de todo, legítimo? Por tanto, el «Edison»
de la presente obra, su carácter, su vivienda, su lenguaje y sus teorías
son –y debían ser- al menos algo diferentes de la realidad.
Queda así establecido que interpreto una leyenda moderna
de la mejor manera posible para la obra de arte metafísica cuya idea he concebido;
en una palabra, el héroe de este libro es, ante todo, el «Mago de Menlo Park»,
etc, y no el ingeniero señor Edison, nuestro contemporáneo.” (p. 13)
Finalmente, y a modo de reflexión personal sin trascendencia,
no deja de resultarme curioso que el personaje real escogido por Villiers para
ser el creador de una de las inteligencias artificiales más dotadas, fundara
una fábrica de inventos en Menlo Park; el mismo emplazamiento en el que en un
garaje Larry Page (hijo de Carl Victor Page, considerado uno de los pioneros de
la inteligencia artificial) inició, junto a Serguéy Brin, el proyecto de Google.